domingo, 22 de febrero de 2015

Festival


- ¡Hola! Todos estos son escritores sanbernardinos-sobrevuela sus brazos sobre obras de distinta confección, en su mayor parte autofinanciadas y que tienen como tapa, parajes locales así como lo son La Maestranza, el cerro Chena, poblaciones y andenes ferroviarios. 
- ¿Escribes? Me tinca que tienes cara de escritora.
-¡No! Bueno, al menos no como lo hacen ustedes tan profesionalmente, o sea escribo pero en mi diario-se exalta un poco, se siente algo sobrestimada.
-Yo también empecé de la misma manera, tú puedes elegir el mismo camino…sólo si lo prefieres. Ser escritor es duro, es prepararse para un eterno fracaso y estar honrado de seguir haciéndolo. Es la esperanza de siempre, poder pensar algo nuevo.
 Roberto se dio un par de vueltas cerca del puesto, del chico de los bestsellers. Levantó algunos textos de Dan Brown que le parecen interesantes. Solía investigar antes de entrar a la Universidad ensayos históricos y crónicas nacionales, junto con los datos duros de sagas como la recién nombrada-ya volviste.
- Estuve un rato con esa señora de bufanda, la de pelo teñido.
- ¿Ves ese tipo de allí?-indica con el índice un hombre cerca de los treinta. Detrás del abarrotado puesto, está en posición de estar esperando una micro, desatendidamente viendo el ir y venir de varios, que no pretenden siquiera pegar un ojo. Detrás un ancho y arrugado plotter, figura el título de “Escritores del Maipo”-de seguro debe estar pensando en mujeres, alcohol y drogas-la mira sugestivamente.
- ¡Es un escritor!, de seguro debe estar pensando en muchas cosas.
- Sí, en muchas mujeres, mucho alcohol y muchas drogas-ambos ríen.
 Ya hacía un día que comenzaba el cuadragésimo festival del folclore, cuando la joven de onduladas aunque castañas mechas, hacía su aparición entre las familias que venían llegando. Roberto, quien no hace mucho conocía, la acompañaba al evento que pese a realizarse desde tiempos inmemorables, él no tenía idea.
- Esos tipos están lo bastante curado para visitar el stand de libros, pero no lo suficiente para comprar uno.
 Y era cierto. Desde que la orquesta Huambalí hizo sonar sus timbales y trompetas característicos, los jugos naturales se transformaron en incontenibles y contundentes terremotos1. Se les podía apreciar desde las palmas de gordas mujeres. Al compás de temas como “corazón de melón” y “el bodeguero”, la joven se sentía incómoda al ver a muchas parejas, siendo más cercanas entre sí.
- ¿Qué pasa?
- ¿Por qué lo dices?
- Te veo algo bajoneada. Creo saber qué te pasa, ¿no tienes a nadie verdad?
- De hecho hay alguien, sólo lo vi una vez…haría lo que fuera por volver a verlo.
- Supongo que sabes que a esta edad, nadie busca un compromiso, si es que sabes a lo que me refiero…
 Cuando el Roberto me dijo eso, sentí como si todo el cuerpo se me desparramara y yo con mi pensamiento ¡allí! ¡Allí mismo y no supiendo donde ponerlo! Qué hacer con este abismo que me deja un hueco en el pecho, petrifica lo siguiente a decir, un llanto tan caudaloso que no llega a ser llanto, sólo se queda suspendido en la atmósfera. No musita, no murmulla, no alcanza la onomatopeya. No te quiero imaginar con nadie porque me duele, porque me cuesta como si pensarlo fuera en subida ¿Cómo me podré decir a mí misma que en el fondo es tan fácil?
- ¿Siquiera recuerdas como era?
- ¿Qué como era?

 ¿Qué cómo era? De lozana, muy morena tez era. Cuán premuroso y vertiginoso es, extraño tu pasar. Es lo mismo, aún rebalsas mis cristalinos reflejos. Tiene un aire taciturno, imagino que no es el tipo de joven engreído, el estereotipo de tantas películas gringas. Lo vi en la biblioteca de la CatoPonti, el venía saliendo, yo frente al monitor del computador. Escribo, enter, cierro la ventana de mensajes, abro otra pestaña, gugleo. Te veo. Es como si ahora mismo me estuviera reflejando en  sus inocentes ojos miel. Sus lentes no tenían marco, eran simples pedazos de vidrio que servían como entrada a esas ventanas almíbar. Su boca oscura tenía la misma intensidad de las moras al aterrizar la noche, espero probar alguna vez la misma sazón que caracteriza cada pliegue de su boca. Usaba una parca gris creo que recuerdo, acerca de todo lo demás es una nebulosa en mi lente.
 Me pregunto qué es lo que explica tal fijación en los anteojos en general, qué es lo que me atrae de tan sencillo accesorio. Y qué es lo que hay detrás de este muchacho. Es su caminar desenfadado el que no puedo desarraigar de mi retina, su travesía de lobo solitario me provoca atroces celos, quiero ser la sirena que marque tu sendero, quiero ser el adagio que guíe tu camino a la benevolencia. Tu semblante menudo no hace más que provocarme cierta ternura libidinosa, ¡cuánto extraño tu pasar! Pero tengo miedo joven enigmático, que seas la Dulcinea de mis desventuras. Cual se rompe como fino mármol al caer del pedestal.
-…Desde cuándo digo esas cosas
- ¿Con quién hablas?


 Cuando me percaté del chico de los best sellers yendo de un lado para otro, no pude evita acordarme de Gerardo. Gerardo Arévalos. Hace poco me dejaste plantada en el patio de nuestra Universidad tradicional, aunque privada. La manera en que apoyaba su brazo sobre las crónicas de Lemebel, de un momento desenvolviéndose tan histriónico, luego sentado con el mentón en la palma reflexivo…y lo hace prolongadamente. Los shorts de (…), las zapatillas, la polera holgada porque ustedes no pueden quedarse tranquilos.
- A estos libros les falta pulirse, pero lo bueno que tienen ¡es que le llegan a la gente!-me comentó antes del festival.
 ¿Por qué habría pretendido salir con él? Siendo que un muchacho de mochila negra delimitaba mis perímetros mentales. Sí, tenía miedo, miedo que cala médulas. A pesar de que no quiera asumirlo, mucho tiempo tuve en cuenta aquello que Roberto me expresó esa misma noche ¿si el MMMN estuviera con alguien más que podría hacer al respecto? Tuve que pasar por mucho, aún resuenan en mi cabeza todas esas burlas ¿para qué? No, no es que lo haya olvidado o sino no escribiría esto, pero Gerardo no había estado con nadie, eso me gustaba de él, que no tuviera kilometraje y yo siendo todo su mundo, su dimensión.
-…también títulos de Paulo Coelho, La casa de los Espíritus, El cordón de Plata…
- Sólo estoy mirando, gracias.
 ¿En qué medida era importante ser la primera para mí? De sobremanera, me aterra, me petrifica que me importe tanto. Pero ya lo asumí. Lo acepto y quererme a mí misma debe prevalecer, aunque sea más fácil desistir de la idea.


1 Licor confeccionado a base de pipeño



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