“Desolación, frente al umbral de tu puerta.
¿qué estás buscando jovenzuela? No escuchas más que el susurro de la ausencia,
el grito de quién con labios partidos no puede decir tu nombre porque
simplemente lo ignora. ¿O es que acaso nos hablamos de “quién” sino de “qué”,
una entidad la cual no sólo desconoces su origen, sino también su significado?
Hay muchas cosas que no entendemos, por qué sintetizamos lágrimas, por qué de
madrugada es fresco. Qué dulce sabe a tu paladar el vuelo de las palomas
anónimas, que placentero debe ser el cruzar calle y calle, de esquinas a
veredas sin considerar un rumbo fijo más que el de tu instinto y tu sentir.
¡Qué sabios son los árboles al quedarse silenciosos! y más tú, que con soberana
humildad te sientas en frente de todo, simulando quedarte muda y transparente.
Imaginar que uno no existe, ver que los demás se lo están creyendo. Y es que la
gente no sabe quedarse muda, quedarse transparente. No puedes gritar en estas
cuatro paredes, que abarcan kilómetros por hora y una plomiza demografía,
porque aquí en Santiago todo se ha vuelto grisáceo. Sé que intentas definir lo
abstracto, caminando, caminando por unas avenidas donde no sientes nada porque
tampoco quieren decírtelo, ellas no tienen la solución.”
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